Quiero compartir con ustedes el discurso de homenaje que
rindió ayer la Cámara de Diputados en reconocimiento y gratitud al general de
Ejército (r) Ernesto Videla Cifuentes, recientemente fallecido, quien en su brillante carrera asumió la
coordinación de la delegación chilena que logró la firma del Tratado de
Paz y Amistad entre Chile y Argentina el que dio termino al conflicto del
Beagle.
Fue para mí un gran honor representar a las diferentes
bancadas y expresar palabras de gratitud por su entrega, dedicación, y patriotismo
con que guió a nuestro país por el camino de la paz, evitando el dolor de una
guerra, que con seguridad hasta el día de hoy tendríamos que lamentar.
M. Angélica Cristi M.
Diputada
Valparaíso,
10 de diciembre de 2013.
Señor Presidente
estimados colegas,
Es un gran honor para
mí, en representación de la Unión Demócrata Independiente y de Renovación Nacional rendir un merecido homenaje de reconocimiento y agradecimiento
al General en retiro Ernesto Videla Cifuentes, recientemente fallecido.
Saludo muy
afectuosamente a sus familiares, amigos y a las autoridades que nos acompañan.
Ernesto Videla, “Tito”
como lo llamaban sus amigos, y a quien lo describen como un hombre justo,
recto, honorable, agradecido de la vida, poseía un humor y optimismo
inigualable y carente de pretensiones personales. Dedicó parte de su vida y de
su trayectoria profesional a la defensa y al resguardo de los intereses propios
de Chile, sobre todo en el contexto de las relaciones con países vecinos.
Ernesto Videla nació
el 16 de julio de 1938 en Santiago. El año 1953 inició una trayectoria
militar intachable, como cadete efectivo. Escogió el arma de ingenieros, y
fue nombrado profesor de “Técnica y Táctica de Ingenieros” siendo teniente.
Como militar recibió
todos los honores y condecoraciones de excelencia en cada etapa de su brillante
carrera.
En 1972 se le concede
el titulo de Estado Mayor y Fuerzas Especiales, luego 1973 es designado en
comisión de servicio a Estados Unidos en un curso avanzado de ingenieros.
En el año 1975 recibe la medalla Minerva y posteriormente La Cruz de Malta. En 1983 recibe la
condecoración de Gran Estrella por haber cumplido 30 años en el ejército. En
1985 el premio Diego Portales de la Cámara Nacional de Comercio.
Las condecoraciones Orden Piana y Gran Cruz con la cual lo distingue la Santa
Sede. La medalla de Gran oficial entregada por propio Presidente de la
República.
Fue profesor en la
Academia Militar entre otras asignaturas de Estrategia y Geopolítica, Táctica,
Historia Militar y Estrategia.
En 1976 se desempeñó
como Director de Planificación del Ministerio de Relaciones Exteriores.
En 1979 asumió como
subsecretario de la misma cartera.
En 1980 fue nombrado
Jefe de la delegación de la Comisión para la Mediación Papal.
En 1986 recibe la
condecoración del Gobierno de Chile por sus valiosos servicios a la República.
Ese mismo año es nombrado Brigadier General de Ejército y termina su brillante
carrera como militar, como mediador de la paz entre Chile y Argentina y como
vice ministro de RREE. El 30 de mayo de 1989
deja el Ejército, después de 35 años y 5 meses en la institución.
Posteriormente ejerció como analista de temas políticos, internacionales y de
defensa a través de su “Informe Confidencial”, muy valorado en instituciones y
empresas.
Este hombre de
relevante jerarquía en la historia de Chile, con entrega, dedicación y
patriotismo, lideró la coordinación de un gran equipo de trabajo, junto a
quienes cambiaron el destino de nuestra patria.
Su gestión de Paz.
En el libro de Luis
Alfonso Tapia “Esta noche la guerra” cita lo siguiente “Se desplomaran estas
montañas antes que argentinos y chilenos rompan la paz jurada a los pies del
Cristo redentor” (13 de marzo de 1904).
Sin embargo nuestra
historia está llena de conflictos por la situación limítrofe.
En el año 1977 se ve
seriamente amenazada nuestra soberanía. El conflicto por las islas Picton,
Nueva y Lenox ubicadas en el canal Beagle, entraba en su etapa decisiva, luego
de que Argentina desconociera y declarara “insanablemente nulo”, el laudo
arbitral de Gran Bretaña que favoreció a Chile.
Comenzaron entonces
los preparativos para una guerra que estaba a punto de desencadenarse.
Oficiales y
suboficiales fueron trasladados al extremo sur, con excesiva premura, tanto que
en ocasiones no les dio tiempo de despedirse de sus familias, quienes vivieron
con la angustia e incertidumbre de no saber exactamente cual sería su destino.
Los preparativos se
hicieron con gran reserva con el propósito de no alarmar a la población. La
ciudadanía se enteró vagamente de las acciones y movimientos pre bélicos que se
desarrollaban en el sur de nuestro país, a diferencia de Argentina donde
los preparativos se hicieron con aspaviento e invocando el nacionalismo con un
ambiente triunfalista.
Según los cálculos de
los estrategas chilenos, el país trasandino iniciaría el conflicto con un
potente ataque aéreo a blancos estratégicos para mermar la capacidad chilena.
La situación en los
frentes era preocupante. Las tropas carecían de los equipos mínimos para
enfrentar el rigor del clima. Las tropas vivían meses, en trincheras y
posiciones que los soldados arreglaban y perfeccionaban. El armamento era
precario y las municiones escasas.
Claramente las fuerzas
chilenas enfrentaban a un rival superior en cuanto al equipamiento y tecnología,
pero existía clara conciencia entre el mando de las FFAA. respecto de la
ventaja en la capacidad de su personal y estaban dispuestos y preparados para resistir
la embestida argentina y enfrentar el conflicto en forma decidida.
En el extremo sur de
Chile, el país se preparaba para resistir la agresión argentina. En los
colegios, se repetían una y otra vez los ejercicios de evacuación, y los techos
de los hospitales fueron pintados con cruces rojas para ponerlos a resguardo de
potenciales bombas.
La flota abandonó sus
apostaderos tradicionales y se ubicó en el área cercana al Beagle, las naves estaban listas para el
combate y las islas estaban llenas de infantes de marina.
Por su parte el
Canciller Chileno Hernán Cubillos dejó muy en claro que nuestro país no
declararía la guerra, pero que si nos llevan a ello estamos dispuestos a pelear
con todas las consecuencias que eso implica.
La situación alcanzó a
tal extremo que la prensa llegó a estar convencida que solo faltaba
definir la hora al enfrentamiento.
Fue el periodo de
conflicto más crítico de nuestra historia reciente, la guerra traería consigo
la mortandad y la destrucción y que, de haberse concretado, bien se pudo
transformar en el peor escenario de guerra que recordaría América Latina,
ya que en forma paralela de estallar la ofensiva, Chile tenía la certeza que
probablemente se incorporarían Perú y Bolivia, incitados por el deseo de reivindicar
territorios que perdieron en la Guerra del Pacífico.
El inminente conflicto
y sus repercusiones fueron motivos de alta preocupación para el Papa Juan Pablo
II, quien a través de su secretario de Estado, monseñor Agostino Casaroli,
manifestó su intención de hacer todo lo posible por generar caminos de paz.
Ambos países aceptaron el ofrecimiento, pero mantuvieron las medidas militares.
A raíz de la solicitud
presentada el día 20 de diciembre por el Canciller Cubillos donde demandó a Argentina reiterar su confianza a la Santa Sede como mediadora, nuestro
país recibió respuesta del Gobierno trasandino aludiendo, en forma acusatoria,
a Chile de intransigente. Dos días después los aviones chilenos,
detectaron que en la zona del Cabo de Hornos navegaba en posición de ataque la
flota de guerra de la marina Argentina.
La guerra era
inevitable, la posibilidad de una mediación parecía imposible. Nuestros
hombres, listos en sus puestos, para hacer frente al inminente ataque y para defender
nuestro territorio, hasta con sus vidas si era necesario.
En forma repentina una
feroz tormenta de mar acompañada de vientos huracanados, obligó el retorno de
la armada Argentina. Se produjo el milagro, en forma inimaginable se detuvo la
guerra.
Es así como el 8 de
enero de 1979, en un nuevo y dificultoso intento Chile y Argentina pidieron
formalmente al Papa la mediación para que se diera solución a la controversia,
solicitud que se concretó en las denominadas “Actas de Montevideo”, que
firmaron en Uruguay los cancilleres de Chile y Argentina ante el cardenal
Antonio Samoré. En dicho documento, que marcó el punto de partida en la
búsqueda de paz, ambos países se comprometieron a no recurrir a la fuerza en
sus relaciones mutuas.
Dios nos protegió a
través de Juan Pablo II, del Cardenal Antonio Samoré y de nuestro Canciller. El
futuro de Chile y de su actuar pendió en aquellos días de 1978 y 1979 de un
hilo que milagrosamente no se cortó.
Se dio inicio a años
de negociaciones y conciliaciones. El Presidente Augusto Pinochet designó al
General Ernesto Videla jefe de la delegación chilena y le otorgó toda su
confianza. El Coronel Videla se sumó a
los trabajos desarrollados en Roma. Asumió la coordinación de un equipo
negociador que trabajó durante años por evitar una guerra.
Se iniciaron reuniones
en Roma con el representante de la mediación chileno argentina y con la
delegación de ese país a fin de defender la posición de Chile ante la Santa
Sede. En 1981, con tremendo acierto Videla logró una gestión para liberar
por parte de Argentina a dos oficiales y cinco civiles del Instituto Geográfico
Militar como así también levantamiento del cierre de la frontera por parte del
gobierno Argentino.
Desde ese momento
hasta el año 1985 son cientos las gestiones, viajes y reuniones
tremendamente complejas que realizó el General Videla, con el fin de lograr
conciliación entre ambos países. Finalmente ambas naciones ratificaron el Tratado de Paz y Amistad, que
fue suscrito, en una emotiva ceremonia el día 29 de noviembre de 1984 en la
Santa Sede, el cual dio término a un proceso de años de arduo trabajo por
alcanzar el acuerdo.
En una entrevista el
General Videla confesaba que el momento más emotivo para el fue el 18 de
octubre, cuando nos entregan el acuerdo,….en que firma el cardenal Casaroli,
Marcelo Delpech y yo, y cuando llegó el 2 de mayo del ‘85, después de tantas
dificultades viví uno de los momentos más emotivos que pude haber sentido en la
vida; “LA FIRMA DEL TRATADO.”
Ernesto Videla como
protagonistas clave de las negociaciones por un acuerdo de paz entre Chile y
Argentina afirmó que ese logro fue “la
obra magna” del gobierno militar, sabía que “si había guerra, no habría futuro
y así fue como se evitó la muerte de miles de jóvenes que habrían caído
en los campos de batalla”.
En 1987 su santidad el
Papa Juan Pablo II visita Chile, país que lo recibió con inmensa gratitud y
conmovedora devoción y es por ello que se le dedico el himno MENSAJERO DE LA VIDA, PEREGRINO DE LA PAZ que
expresaba el agradecimiento por habernos salvado de la guerra, por su mediación
de paz entre dos pueblos hermanos.
Años después en
mayo de 2011 Ernesto Videla volvió al Vaticano pero esta vez como miembro
oficial de la delegación chilena en el marco de la beatificación de Juan Pablo
II, en cuya ocasión manifestó “La Paz que tenemos hoy se la debemos a él.”
Videla publicó en el
año 2007, “La Desconocida Historia de la
Mediación Papal. Diferendo austral Chile – Argentina (1977 – 1985)”, de la
editorial de la U. Católica, un macizo análisis de este trascendente proceso
diplomático que tuvo gran éxito en sus dos ediciones.
La vida de este hombre
bueno, patriota y noble, se sumió en una tristeza profunda tras la trágica
muerte en un accidente aéreo de su hijo Luis Ernesto Videla, ocurrida días
después del terremoto del 27 de febrero de 2010 en Tomé, cuando iba en misión
solidaria de entregar auxilio a aquellas familias y niños que vivian momentos de
horror y angustia. La muerte de Luis Ernesto y todos sus compañeros conmovió al
país entero. La tristeza y el dolor no daban tregua, en junio del mismo año
murió su nieto. Sin duda la pérdida de sus seres
queridos agravó su larga enfermedad.
El General Ernesto
Videla, falleció el día 30 de agosto a los 75 años dejando un sobresaliente
legado de servicio a su país.
En su despedida a la
que asistieron cientos de sus amigos y seres queridos se expresaron palabras
muy representativas y emotivas de su gran persona y trayectoria.
El Comandante en Jefe
del Ejército Juan Miguel Fuente-Alba expresó: “El general Videla es un
personaje nacional, de aquellos que de tiempo en tiempo aparecen en las
instituciones de la República, dejando un aporte extraordinario a la vida del
país.”
El ex canciller Miguel
Alex Schweitzer lo recordó como "un distinguidísimo oficial de Ejército,
con preparación académica y una gran vinculación al mundo civil”.
Hernán Felipe
Errazuriz dijo que “fue un soldado y un diplomático ejemplar: amó y defendió
a su patria con inteligencia y lealtad, supo conectar los valores militares con
civilidad mediante una excepcional coherencia, sencillez y capacidad analítica.
Con apenas 40 años encabezó la mediación y en medio de la beligerancia vecinal
logró la paz”.
Señor Presidente nuestro
país tiene una deuda de gratitud inmensa con este gran hombre; su mesura,
lealtad, inteligencia y capacidad serán reconocidas por la sociedad
actual y futuras generaciones. Hoy junto a su familia, sus amigos del
alma, honramos y recordamos con eterno agradecimiento su entrega, dedicación y
patriotismo con que guió a nuestra Patria en el camino de la paz, evitando el
dolor de la guerra que con seguridad hasta el día de hoy tendríamos que lamentar.
Ernesto Videla pasará
a la historia grande de Chile como un soldado de la paz y amante de su patria.
He dicho.