11 de diciembre de 2013

Homenaje a General de Ejército (r) Ernesto Videla Cifuentes


Quiero compartir con ustedes el discurso de homenaje que rindió ayer la Cámara de Diputados en reconocimiento y gratitud al general de Ejército (r) Ernesto Videla Cifuentes, recientemente fallecido, quien en su brillante carrera asumió la coordinación de la delegación chilena que logró  la firma del Tratado de Paz y Amistad entre Chile y Argentina el que dio termino al conflicto del Beagle.

Fue para mí un gran honor representar a las diferentes bancadas y expresar palabras de gratitud por su entrega, dedicación, y patriotismo con que guió a nuestro país por el camino de la paz, evitando el dolor de una guerra, que con seguridad hasta el día de hoy tendríamos que lamentar.


M. Angélica Cristi M.
Diputada


Valparaíso, 10 de diciembre de 2013.

Señor Presidente estimados colegas,



Es un gran honor para mí, en representación de la Unión Demócrata Independiente y de Renovación Nacional rendir un merecido homenaje de reconocimiento y agradecimiento al General en retiro Ernesto Videla Cifuentes, recientemente fallecido.  


Saludo muy afectuosamente a sus familiares, amigos y a las autoridades que nos acompañan. 

Ernesto Videla, “Tito” como lo llamaban sus amigos, y a quien lo describen como un hombre justo, recto, honorable, agradecido de la vida, poseía un humor y optimismo inigualable y carente de pretensiones personales. Dedicó parte de su vida y de su trayectoria profesional a la defensa y al resguardo de los intereses propios de Chile,  sobre todo en el contexto de las relaciones con países vecinos.

Ernesto Videla nació el 16 de julio de 1938 en Santiago. El año 1953 inició una trayectoria  militar intachable, como cadete efectivo. Escogió el arma de ingenieros, y fue nombrado profesor de “Técnica y Táctica de Ingenieros” siendo teniente.

Como militar recibió todos los honores y condecoraciones de excelencia en cada etapa de su brillante carrera.

En 1972 se le concede el titulo de Estado Mayor y Fuerzas Especiales, luego 1973 es designado en comisión de servicio a Estados Unidos en un curso avanzado de ingenieros.

En el año 1975 recibe la medalla Minerva y posteriormente La Cruz de Malta. En 1983 recibe la condecoración de Gran Estrella por haber cumplido 30 años en el ejército. En 1985 el premio  Diego Portales  de la Cámara Nacional de Comercio. Las condecoraciones Orden Piana y Gran Cruz con la cual lo distingue la Santa Sede. La medalla de Gran oficial entregada por propio Presidente de la República.

Fue profesor en la Academia Militar entre otras asignaturas de Estrategia y Geopolítica, Táctica, Historia Militar y Estrategia.

En 1976 se desempeñó como Director de Planificación del Ministerio de Relaciones Exteriores.

En 1979 asumió como subsecretario de la misma cartera.

En 1980 fue nombrado Jefe de la delegación de la Comisión para la Mediación Papal.

En 1986 recibe la condecoración del Gobierno de Chile por sus valiosos servicios a la República. Ese mismo año es nombrado Brigadier General de Ejército y termina su brillante carrera como militar, como mediador de la paz entre Chile y Argentina y como vice ministro de RREE.  El 30 de mayo de 1989 deja el Ejército, después de 35 años y 5 meses en la institución. Posteriormente ejerció como analista de temas políticos, internacionales y de defensa a través de su “Informe Confidencial”, muy valorado en instituciones y empresas.

Este hombre de relevante jerarquía en la historia de Chile,  con entrega, dedicación y patriotismo, lideró la coordinación de un gran equipo de trabajo, junto a quienes cambiaron el destino de nuestra patria.

Su gestión de Paz.

En el libro de Luis Alfonso Tapia “Esta noche la guerra” cita lo siguiente “Se desplomaran estas montañas antes que argentinos y chilenos rompan la paz jurada a los pies del Cristo redentor” (13 de marzo de 1904).

Sin embargo nuestra historia está llena de conflictos por la situación limítrofe.


En el año 1977 se ve seriamente amenazada nuestra soberanía. El conflicto por las islas Picton, Nueva y Lenox ubicadas en el canal Beagle, entraba en su etapa decisiva, luego de que Argentina desconociera y declarara “insanablemente nulo”, el laudo arbitral de Gran Bretaña que favoreció a Chile.

Comenzaron entonces los preparativos para una guerra que estaba a punto de desencadenarse.

Oficiales y suboficiales fueron trasladados al extremo sur, con excesiva premura, tanto que en ocasiones no les dio tiempo de despedirse de sus familias, quienes vivieron con la angustia e incertidumbre de no saber exactamente  cual sería su destino.

Los preparativos se hicieron con gran reserva con el propósito de no alarmar a la población. La ciudadanía se enteró vagamente de las acciones y movimientos pre bélicos que se desarrollaban en el sur de nuestro país, a diferencia de  Argentina donde los preparativos se hicieron con aspaviento e invocando el nacionalismo con un ambiente triunfalista.

Según los cálculos de los estrategas chilenos, el país trasandino iniciaría el conflicto con un potente ataque aéreo a blancos estratégicos para mermar la capacidad chilena.


La situación en los frentes era preocupante. Las tropas carecían de los equipos mínimos para enfrentar el rigor del clima. Las tropas vivían meses, en trincheras y posiciones que los soldados arreglaban y perfeccionaban. El armamento era precario y las municiones escasas.
Claramente las fuerzas chilenas enfrentaban a un rival superior en cuanto al equipamiento y tecnología, pero existía clara conciencia entre el mando de las FFAA. respecto de la ventaja en la capacidad de su personal y estaban dispuestos y preparados para resistir la embestida argentina y enfrentar el conflicto en forma decidida.


En el extremo sur de Chile, el país se preparaba para resistir la agresión argentina. En los colegios, se repetían una y otra vez los ejercicios de evacuación, y los techos de los hospitales fueron pintados con cruces rojas para ponerlos a resguardo de potenciales bombas.

La flota abandonó sus apostaderos tradicionales y se ubicó en el área cercana al Beagle, las naves estaban listas para el combate y las islas estaban llenas de infantes de marina.

Por su parte el Canciller Chileno Hernán Cubillos dejó muy en claro que nuestro país no declararía la guerra, pero que si nos llevan a ello estamos dispuestos a pelear con todas las consecuencias que eso implica.

La situación alcanzó a tal extremo que la prensa llegó  a estar convencida que solo faltaba definir la hora al enfrentamiento.

Fue el periodo de conflicto más crítico de nuestra historia reciente, la guerra traería consigo la mortandad y la destrucción y que, de haberse concretado, bien se pudo  transformar en el peor escenario de guerra que recordaría América Latina, ya que en forma paralela de estallar la ofensiva, Chile tenía la certeza que probablemente se incorporarían Perú y Bolivia, incitados por el deseo de reivindicar territorios que perdieron en la Guerra del Pacífico.

El inminente conflicto y sus repercusiones fueron motivos de alta preocupación para el Papa Juan Pablo II, quien a través de su secretario de Estado, monseñor Agostino Casaroli, manifestó su intención de hacer todo lo posible por generar caminos de paz. Ambos países aceptaron el ofrecimiento, pero mantuvieron las medidas militares.

A raíz de la solicitud presentada el día 20 de diciembre por el Canciller Cubillos donde demandó a Argentina reiterar su confianza a la Santa Sede como mediadora,  nuestro país recibió respuesta del Gobierno trasandino aludiendo, en forma acusatoria, a Chile de intransigente. Dos días después  los aviones chilenos, detectaron que en la zona del Cabo de Hornos navegaba en posición de ataque la flota de guerra de la marina Argentina.

La guerra era inevitable, la posibilidad de una mediación parecía imposible. Nuestros hombres, listos en sus puestos,  para hacer  frente al inminente ataque y para defender nuestro territorio, hasta con sus vidas si era necesario.

En forma repentina una feroz tormenta de mar acompañada de vientos huracanados, obligó el retorno de la armada Argentina. Se produjo el milagro, en forma inimaginable se detuvo la guerra.

Es así como el 8 de enero de 1979, en un nuevo y dificultoso intento Chile y Argentina pidieron formalmente al Papa la mediación para que se diera solución a la controversia, solicitud que se concretó en las denominadas “Actas de Montevideo”, que firmaron en Uruguay los cancilleres de Chile y Argentina ante el cardenal Antonio Samoré. En dicho documento, que marcó el punto de partida en la búsqueda de paz, ambos países se comprometieron a no recurrir a la fuerza en sus relaciones mutuas.

Dios nos protegió a través de Juan Pablo II, del Cardenal Antonio Samoré y de nuestro Canciller. El futuro de Chile y de su actuar pendió en aquellos días de 1978 y 1979 de un hilo que milagrosamente no se cortó.

Se dio inicio a años de negociaciones y conciliaciones. El Presidente Augusto Pinochet designó al General Ernesto Videla jefe de la delegación chilena y le otorgó toda su confianza. El Coronel Videla se sumó  a los trabajos desarrollados en Roma. Asumió la coordinación de un equipo negociador que trabajó durante años por evitar una guerra.

Se iniciaron reuniones en Roma con el representante de la mediación chileno argentina y con la delegación de ese país a fin de defender la posición de Chile ante la Santa Sede.  En 1981, con tremendo acierto Videla logró una gestión para liberar por parte de Argentina a dos oficiales y cinco civiles del Instituto Geográfico Militar como así también levantamiento del cierre de la frontera por parte del gobierno Argentino.

Desde ese momento hasta el año 1985 son cientos las gestiones,  viajes y reuniones tremendamente complejas que realizó el General Videla, con el fin de lograr conciliación  entre ambos países. Finalmente ambas naciones  ratificaron el Tratado de Paz y Amistad, que fue suscrito, en una emotiva ceremonia el día 29 de noviembre de 1984 en la Santa Sede, el cual dio término a un proceso de años de arduo trabajo por alcanzar el acuerdo.

En una entrevista el General Videla confesaba que el momento más emotivo para el fue el 18 de octubre, cuando nos entregan el acuerdo,….en que firma el cardenal Casaroli, Marcelo Delpech y yo, y cuando llegó el 2 de mayo del ‘85, después de tantas dificultades viví uno de los momentos más emotivos que pude haber sentido en la vida; “LA FIRMA DEL TRATADO.”

Ernesto Videla como protagonistas clave de las negociaciones por un acuerdo de paz entre Chile y Argentina afirmó que ese logro  fue “la obra magna” del gobierno militar, sabía que “si había guerra, no habría futuro y  así fue como se evitó la muerte de miles de jóvenes que habrían caído en los campos de batalla”.

En 1987 su santidad el Papa Juan Pablo II visita Chile, país que lo recibió con inmensa gratitud y conmovedora devoción y es por ello que se le dedico el himno MENSAJERO DE LA VIDA, PEREGRINO DE LA PAZ que expresaba el agradecimiento por habernos salvado de la guerra, por su mediación de paz entre dos pueblos hermanos.

Años después  en mayo de 2011 Ernesto Videla volvió  al Vaticano pero esta vez como miembro oficial de la delegación chilena en el marco de la beatificación de Juan Pablo II, en cuya ocasión manifestó “La Paz que tenemos hoy se la debemos a él.”

Videla publicó en el año 2007,  “La Desconocida Historia de la Mediación Papal. Diferendo austral Chile – Argentina (1977 – 1985)”, de la editorial de la U. Católica, un macizo análisis de este trascendente proceso diplomático que tuvo gran éxito en sus dos ediciones.

La vida de este hombre bueno, patriota y noble, se sumió en una tristeza profunda tras la trágica muerte en un accidente aéreo de su hijo Luis Ernesto Videla, ocurrida días después del terremoto del 27 de febrero de 2010 en Tomé, cuando iba en misión solidaria de entregar auxilio a aquellas familias y niños que vivian momentos de horror y angustia. La muerte de Luis Ernesto y todos sus compañeros conmovió al país entero. La tristeza y el dolor no daban tregua, en junio del mismo año murió su nieto. Sin duda la pérdida de sus seres queridos agravó su  larga enfermedad.

El General Ernesto Videla, falleció el día 30 de agosto a los 75 años dejando un sobresaliente legado de servicio a su  país.

En su despedida a la que asistieron cientos de sus amigos y seres queridos se expresaron palabras muy representativas y emotivas de su gran persona y trayectoria.

El Comandante en Jefe del Ejército Juan Miguel Fuente-Alba expresó: “El general Videla es un personaje nacional, de aquellos que de tiempo en tiempo aparecen en las instituciones de la República, dejando un aporte extraordinario a la vida del país.”

El ex canciller Miguel Alex Schweitzer lo recordó como "un distinguidísimo oficial de Ejército, con preparación académica y una gran vinculación al mundo civil”.

Hernán Felipe Errazuriz dijo que “fue un soldado y un diplomático ejemplar: amó y defendió a su patria con inteligencia y lealtad, supo conectar los valores militares con civilidad mediante una excepcional coherencia, sencillez y capacidad analítica. Con apenas 40 años encabezó la mediación y en medio de la beligerancia vecinal logró la paz”.

Señor Presidente nuestro país tiene una deuda de gratitud inmensa con este gran hombre; su mesura, lealtad, inteligencia y capacidad serán reconocidas por  la sociedad actual y futuras generaciones.  Hoy junto a su familia, sus amigos del alma, honramos y recordamos con eterno agradecimiento su entrega, dedicación y patriotismo con que guió a nuestra Patria en el camino de la paz, evitando el dolor de la guerra que con seguridad hasta el día de hoy tendríamos que lamentar.

Ernesto Videla pasará a la historia grande de Chile como un soldado de la paz y amante de su patria.

He dicho.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hermosas palabras, gracias por recordarnos la nobleza de este General de la República.

Anónimo dijo...

Gracias Honorable y distinguida Diputada, sus palabras me conmueven y estoy muy seguro que toco fondo en los corazones y sentimientos de todos los Soldados, Marinos, Infantes de Marinas, Aviadores y Carabineros que estuvimos en las trincheras por muchos tiempo como bien lo expone Ud. en lo personal estube en Isla Dawson por casi un año, cumpliendo con mi juramento como Infante de Marina. Viva Chile, viva nuestra Diputada. Orlando A. S.